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Náufragos

El Principito, capítulo XXI

El Principito, capítulo XXI
El Principito no es un libro para niños, o si, pero para los niños que todos llevamos dentro, tengamos la edad que tengamos.

Un profesor, hace años, me enseñó a ver lo que escondía este libro. Preguntó a la clase que enfoque quería que le diéramos, por que según él, este pequeño libro escondía un gran libro y podía ser leído de muchas maneras. Ante la reticencia de la mayoría al final salió que lo estudiáramos desde el punto de vista del amor. Fue sorprendente. Este pequeño libro guarda en cada capítulo un auténtico tratado.

He elegido el capítulo XXI, mi favorito desde siempre, en donde el pequeño príncipe domestica al zorro. En realidad todos intentamos “domesticar” y ser “domesticados” y aquí se nos explica como ocurre.





Entonces apareció el zorro.
Buenos días –dijo el zorro.
–Buenos días –respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.
–Estoy acá – dijo la voz– bajo el manzano...
–¿Quién eres? –dijo el principito–. Eres muy lindo...
–Soy un zorro –dijo el zorro.
–Ven a jugar conmigo –le propuso el principito–. ¡Estoy tan triste!...
–No puedo jugar contigo –dijo el zorro–. No estoy domesticado.
–¡Ah! Perdón –dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
–¿Qué significa “domesticar”?
–No eres de aquí –dijo el zorro–. ¿Qué buscas?
–Busco a los hombres –dijo el principito–. ¿Qué significa “domesticar”?
–Los hombres –dijo el zorro– tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
–No –dijo el principito–. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”?
–Es una cosa demasiado olvidada –dijo el zorro–. Significa “crear lazos”.
–¿Crear lazos?
–Sí –dijo el zorro–. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
–Empiezo a comprender –dijo el principito–. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...
–Es posible –dijo el zorro–. ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas...!
–¡Oh! No es en la Tierra –dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado
–¿Es en otro planeta?
–Sí.
–¿Hay cazadores en ese planeta?
–No.
–¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
–No.
–No hay nada perfecto –suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
–Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...
El zorro calló y miró largo tiempo al principito:
–¡Por favor... domestícame! –dijo.
–Bien lo quisiera –respondió el principito–, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
–Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
–¿Qué hay que hacer? –dijo el principito.
–Hay que ser muy paciente –respondió el zorro–. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
–Hubiese sido mejor venir a la misma hora –dijo el zorro–. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
–¿Qué es un rito? –dijo el principito.
–Es también algo demasiado olvidado –dijo el zorro. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días: una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
–¡Ah!... –dijo el zorro–. Voy a llorar.
–Tuya es la culpa –dijo el principito–. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara...
–Sí –dijo el zorro.
–¡Pero vas a llorar! –dijo el principito.
–Sí –dijo el zorro.
–Entonces, no ganas nada.
–Gano –dijo el zorro–, por el color de trigo.
Luego, agregó:
–Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
–No sois en absoluto parecidas a mi rosa: no sois nada aún –les dijo–. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron bien molestas.
–Sois bellas, pero estáis vacias –les dijo todavía–. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
Y volvió hacia el zorro:
–Adiós –dijo.
–Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
–Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse–
–El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
–El tiempo que perdí por mi rosa... –dijo el principito, a fin de acordarse.
–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro–. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
–Soy responsable de mi rosa... –repitió el principito, a fin de acordarse.


El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

5 comentarios

Náufrago -

"habrías sido" ...cuando yo iba al colegio, para que nos hubieses contado cuentos ;-))

Marta -

Mmm, habría sido? Voy a serlo, estoy en ello :)

Náufrago -

No recuerdo cuando lo leí por primera vez, supongo que en el colegio, y como pasa a veces cuando se obliga a los niños a hacer ciertas cosas, hay que hacerlo con tiento y entendimiento. Algo que por desgracia no siempre tubieron mis maestros (Marta, tú si que habrías sido una buena maestra).
Tardé unos cuantos años en volver a leerlo (lo que comento al principio del post) y entonces fue cuando descubrí esa maravilla.
Jenn, tienes todo mi permiso desde luego. Gracias por los comentarios que has ido dejando y me alegro de que te haya gustado. Te leo.

Saludos.

Jenn -

He estado dandome una vuelta por tu blog y qué sorpresa la mía al ver este post. Qué decir del libro de "El principito". Yo me lo leí de pequeña, a lso q2 años, y no entendí nada, ahora, con 19, lo he vuelto a releer (por décimocuarta vez, creo) y cada vez me sorprende el descubrir nuevas ideas, nuevas verdades. Este capítulo, enconcreto, quizá fue uno de los más sencillos y a la vez más complicados de entender, puesto que el "mensaje" es bastante evidente, pero en ocasiones resulta complicado entender el real significado del verbo Amar. Un besazo, y sigo paseando, con tu permiso. :**

Marta -

Leí tu comentario en mi blog, sobre este capítulo, y también lo tengo escrito por allí. Creo que todos un día u otro, nos damos cuenta que este capítulo XXI es del que más se puede sacar "ideas" en relación al amor.
Gracias por recordarme en que consiste... Hay veces que uno olvida que amar no es sólo estar junto a la persona que uno quiere.

Un beso!